1949.- REINO UNIDO.- Dir.: Michael Powell, Emeric Pressburger.- Int.: David Farrar, Kathleen Byron, Jack Hawkins, Leslie Banks, Michael Gough, Cyril Cusack, Milton Rosmer, Walter Fitzgerald, Emrys Jones, Michael Goodliffe, Renée Asherson, Anthony Bushell, Patrick Macnee, Robert Morley
Mi puntuación ★★★★★★★★☆☆
Reseña escrita por RockyBauer (autorización para inscribirlo en este Blog): La pareja de arqueros compuesta por los míticos
Michael Powell y Emeric Pressburger realizaron en 1949 la que , incomprensiblemente, es una de sus películas más desconocidas entre el público español: The Small Back Room, cinta rodada en colaboración con la London Films de los hermanos Korda.
Así la fotografía supeditada a
filmar espacios y planos abiertos se transmuta en lacónicas instantáneas de interior pintadas en un
asfixiante blanco y negro influenciado por el expresionismo alemán en el que sobresalen unos hipnóticos claro oscuros que chocan contra los primerísimos planos de los rostros de los actores, unos intérpretes cuyo estado mental se encuentra en serio peligro de derrumbamiento motivado por
el aislamiento que domina sus vidas y el alcoholismo.
Las pocas escenas de exterior (magníficamente fotografiadas, especialmente las escenas filmadas en el Stonehenge y la escena final de la playa) sirven para dibujar un entorno amenazante alejado de glamour que impide la evasión del
ambiente pesimista de la trama. La influencia del entorno exterior en el temperamento de los personajes da paso al interiorismo más radical, marcadamente claustrofóbico, en el que los alrededores no son más que un elemento de adorno que no influye en la individualidad que domina el contexto de la historia.
Al contrario que en sus anteriores películas, la cinta
adopta una estructura intimista, sucia, oscura, exenta de ornamentos exteriores para centrar la escenificación en espacios cerrados que remarcan la atmósfera opresiva, cuasi enfermiza, y malsana que emana la cinta.
Resulta complejo definir el género que mejor se ajusta al hilo argumental de la cinta. Podríamos considerarla como una
película bélica (ya que la trama se centra en las relaciones de un grupo de científicos que están desarrollando un poderoso cañón militar en plena Segunda Guerra Mundial), igualmente podríamos indicar que se trata de
un drama sobre el alcoholismo ya que este hecho juega un papel muy importante en el desarrollo de la historia, del mismo modo podríamos encajarla en el
género noir por el sentido tenebroso, repleto de brumas y tinieblas interiores que brotan con total normalidad de los personajes y también por la subtrama de intriga referida a la aparición de una serie de misteriosas bombas imposibles de desactivar que están provocando numerosas bajas entre la población.
Sin embargo, The Small Back Room presenta tantas aristas que resulta imposible aseverar con rotundidad el género que mejor se adapta a su filosofía. Para rematar la indefinición planteada, resaltar que la película supone un
anticipo al cine de autor que se extendería a lo largo de la década de los sesenta, puesto que los silencios, las elipsis surrealistas, el estilo curvilíneo del argumento y la carencia de un hilo fácil de seguir son otros rasgos presentes en la obra. Este carácter poliédrico dificulta el seguimiento de la trama, dado que para disfrutar en su plenitud de ella es preciso estar atento en todo momento a la pantalla, ya que cualquier distracción puede resultar fatal para la comprensión de la fábula planteada.
El cosmos que impregna The Small Back Room claramente referenciado al mundo de las pesadillas y las sombras que se esconden en nuestro alma, convierte a la epopeya en un cuento tenebroso, en el que se exalta el universo surrealista e inconexo de impactos súbitos y emociones expresionistas, tal como lo
son los sueños que alberga nuestra mente.
Continua spoiler:
A pesar de lo comentado en los párrafos anteriores, he de decir que encuentro en la película, como buenos autores que eran Powell y Pressburger, varios elementos de su cine. El primero de ellos es el carácter del protagonista, el científico Sammy Rice. Como sucedía con los protagonistas de Narciso Negro, Las zapatillas rojas, Un cuento de Canterbury, El fotógrafo del pánico, Sammy es un hombre marcado por su pasado traumático, hecho éste que le impide relacionarse con plenitud con sus semejantes y le incita a aislarse por medio del alcohol del entorno que le rodea.
El carácter individualista de Sammy es otro de los leitmotiv del cine de Powell y Pressburger que plasman en la idiosincrasia de Sammy su visión pesimista de una vida en sociedad que exige un exilio del hombre para la realización de éste como persona, exaltando el enfoque individualista y la reflexión introspectiva como medio para enfrentarse a los problemas de la sociedad y el desarrollo del ser humano (encontramos este punto de vista en películas como las anteriormente mencionadas a las que podemos unir por poner dos ejemplos adicionales Sé a donde voy y Espías en el mar).
Un individualismo que es resaltado por los espacios en los que tiene lugar la trama: habitaciones cerradas,
aisladas de todo contacto con la sociedad, en los que se desarrolla en silencio el trabajo de unos científicos que trabajan en la sombra en habitáculos subterráneos para garantizar el bienestar de los ciudadanos que deambulan sobre las aceras que sirven de techo a los sombríos laboratorios gubernamentales. Los contactos sociales de los científicos con los miembros del gobierno, sirven a Powell y Pressburger para denunciar los nauseabundos e interesados juegos políticos que dominan las relaciones en las altas esferas, el peloteo, los egos desacerbados de los altos cargos públicos y
las falsas apariencias.
Lo iconoclasta del argumento inserta en la trama varios Macguffin que favorecen el avance de la sinopsis principal (que no es otra que la lucha de Sammy contra sus demonios interiores), tales como la subtrama de las
luchas desacerbadas entre los miembros del ejército y los científicos puestas de manifiesto a través de las pruebas fallidas para poner en funcionamiento el cañón ideado por los investigadores y la subtrama de la investigación acerca de la aparición de las misteriosas bombas alemanas. He de resaltar el poderío visual que supieron transmitir la pareja de directores británicos, dejando para la historia varias escenas que impactan en los sentidos bruscamente. Sin lugar a dudas
mi escena favorita es la de la pesadilla de Sammy, planificada al más puro estilo surrealista como si de un cuadro de Dalí se tratara, en la que los relojes que marcan el paso del tiempo se derriten en la mente de Sammy para mutarle en un minúsculo ser atrapado en una gigantesca botella de whisky, secuencia colmada de sombras e iluminación fantasmal.
Esta inserción surrealista inspirada en Freud, se conecta con la experimentada por la pareja de cineastas en A vida o Muerte, si bien en la película que estamos reseñando desechan inspirarse en el mundo de los sueños para dirigirse directamente al mundo de las pesadillas y el horror.
Finalmente debemos resaltar el magnífico erotismo que emana la película gracias a la enorme química que desprende la pareja protagonista compuesta por el siempre atractivo David Farrar (Sammy) y la enigmática Kathleen Byron (Susan), pareja que ya había compartido plano en Narciso Negro (la Byron era la novicia que acaba cayendo en la locura debido al rechazo sexual de David en esa película).
Igualmente son reseñables las escenas filmadas en los bares y salas de fiestas londinenses en los cuales los soldados olvidaban sus obligaciones con alegres bailarinas y los perdedores ahogaban sus penas en el vicio y el alcohol.